Carta abierta a todos esos detractores que no pueden vivir sin Cruxsancta
En más de una ocasión, personas de muy diversa procedencia, edad, formación y condición me han comentado escandalizados lo que piadosamente voy a denominar como “salidas de pata de banco” de sus amados hermanos catequistas.
Gracias a Dios, son más los que, con razón y en justicia, achacan el percance a la soberbia, la prepotencia y la inmensa falta de preparación del catequista; pero hay un grupo significativo que, bien por haber nacido en el CNC y no conocer otra cosa, bien porque Dios lo permite, culpan y responsabilizan a la Iglesia de lo que ellos han sufrido a manos de ese mal catequista en quien el “don de estado” que el jefazo equipara a la infalibilidad, ha brillado por su total ausencia.
En casi todos los casos, los afectados acaban fuera del CNC. En el caso de los segundos, además, se van de la Iglesia a causa de lo vivido en el CNC. Aún más, se genera en ellos un repelús, una repulsión visceral hacia todo lo que tenga aroma eclesial; y, sin embargo, no dejan de ser buenas personas, comprometidos con su prójimo. Gente que haría un excelente trabajo como cooperadores en su parroquia, pero que, escandalizados por unos pésimos y falsos cristianos, se han ido de la Iglesia sin llegar a conocer lo que es una verdadera comunidad parroquial.
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La imagen muestra un mural “pintado por Kiko”; el prodigio es que lo pintó a distancia, sin pisar Ceuta. |
Y me permito afirmar que esos tales catequistas son falsos cristianos porque ni siguen ni desean seguir a Cristo, sino que son adoradores de un ídolo llamado CNC al que se lo sacrifican todo, empezando por su propia familia.
Esos tales catequistas, sin embargo, son bastante pragmáticos en un punto concreto: su líder espiritual les ha persuadido de que nadie es imprescindible salvo él mismo (me refiero al líder), por lo que asumen con naturalidad el precio de las víctimas que se rebelan y se van para nunca más volver.
El único riesgo es que el que se va hable demasiado acerca de lo que ha visto y de lo que conoce. Por eso, los esfuerzos se dedican a persuadir a los que quedan de que los que se salen “tienen dentro al demonio” o “son unos pobres rebotados” indignos de la menor credibilidad, como afirman como loros los amados hermanos neocatecumenales que visitan asiduamente el blog; o “no lo conocen o no se han enterado de nada”, como se asegura ante la falta de mejores argumentos.
Aun así, los hay recalcitrantes que no callamos ni ante las descalificaciones, ni bajo los insultos, ni frente a amenazas varias. Porque hemos visto demasiado, porque nos importan los hermanos que hemos dejado dentro, porque ni odiamos ni queremos perder a los que siguen allí, porque vemos su sufrimiento, su desgaste, su ceguera y son nuestros hermanos.
Los catequistas se revuelven como serpientes ante nosotros, porque llevamos la verdad por delante y esa verdad escuece y desata a sus demonios.
Por eso, tergiversando los hechos, negarán su responsabilidad, negarán ser ellos los que provocan escándalo, se dolerán y se harán pasar por víctimas de un complot, no dudarán en difamar a quienes no nos dejamos callar y así se permitirán hacer todo tipo de juicios de valor sobre nuestras motivaciones, alegando que nos mueve el odio visceral a la Iglesia (lo que no se sostiene, porque casi todos colaboramos y posiblemente estamos más comprometidos que cualquier kiko en el funcionamiento de nuestras parroquias) o el afán de riqueza (por aquello de que se nos ocurre preguntar a donde va a parar tanto diezmo y tanta bolsa extraordinaria) y especialmente usarán el falaz argumento de que quien escandaliza no es aquel que obra mal, sino quien saca a la luz las malas obras y las malas prácticas.
Lo que implica que, según ellos, el escándalo no es que un catequista barbado zurre a su esposa, el escándalo es que la esposa, la muy chismosa, se queje públicamente de las zurras. El escándalo, según esta forma de pensar, no está el abuso de menores en sí, sino en no taparlo convenientemente para que no se haga público. Y de ello da fe uno de los primeros catequistas del CNC:
“Ojalá el acusado sea declarado inocente del delito que se le imputa. Por su bien y el de su familia. Sea cual sea la sentencia este caso me suscita una reflexión, que me aplico en primer lugar a mi (sic) y luego ofrezco como humilde consejo: si pecas, al menos no cometas delito. Porque entonces el escándalo es mayúsculo y el daño puede ser irreparable.” Nicanor Martínez, catequista y sacerdote.
Todo vale, antes que reconocer que se equivocan cuando juzgan sin derecho, condenan sin motivo, hacen burla y chirigota de la vida del que está sentado en la silla del escrutinio, se confieren a sí mismos la potestad de decidir en quien mora el demonio, imponen a los padres la obligación de privar a sus hijos de la libertad de elegir si quiere o no ser parte del CNC, favorecen a sus amigos y humillan a quienes no les caen bien, y tantas otras formas y maneras de escandalizar a los pequeños….
Ellos, que alegan que todo afán de justicia viene del demonio, no son capaces de discernir que sus ataques son puro afán por mantener una situación de privilegio en la que todos los derechos son suyos y todas las obligaciones, de los demás: Ellos tienen derecho a equivocarse, los demás tenemos la obligación de disculparles; ellos tienen derecho a decidir nuestra altura de fe, nosotros tenemos la obligación de acatar sus designios; ellos tienen derecho a apedrear, los demás tenemos la obligación de quedarnos quietitos…
¡No con mi voto! Ni con mi apoyo, ni con mi silencio cómplice. Yo no callaré, mientras Dios quiera.
Fin del episodio.
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