La comunidad que entra en la etapa llamada ‘del Padrenuestro’, se divide en grupos de unas 6 – 8 personas que se reúnen una vez al mes en lo que se llama ‘celebración de garantes’.
Estas reuniones son para siempre, ya que dado que cada vez cuesta más reclutar personal, ahora el triunvirato ha establecido que el camino no se acaba nunca, y las reuniones de garantes, tampoco.
¿Qué se celebra en las celebraciones de garantes? Nada, pero terminan con una opípara cena a altas horas de la madrugada, de esas que cuanto más indigesta, mejor.
De lo que se trata es de que no dejes de contar cómo has vivido, desde tu inmadura fe, el último mes:
1. los problemas que hayas tenido, es particular si esos problemas han sido con amadísimos hermanos de comunidad y si te has apoyado en Cristo o en tus fuerzas para afrontarlos;
2. si te fías de Dios, lo que se traduce en si das el diezmo de todo, también de la menta y del comino, y si estás abierto a la vida;
3. si rezas a diario lo que los catequistas te han dicho que has de rezar, por ejemplo, ir a misa a diario, si ellos no te lo han dicho, no da puntos, sino que te hace sospechoso de ser un religioso natural;
4. y, aspecto fundamental, si haces el trípode.
En cada grupo, uno de los integrantes es el ‘garante’, el que dice la última palabra, en el que va a residir la sabiduría de Dios por designio del catequista de turno, y los demás son los garantizados.
En los pasos que quedan hasta acabar el camino, tras el preceptivo escrute personal, el catequista pregunta al garante por los méritos del hermano escrutado. Es entonces cuando el garante, en pie ante la asamblea, debe exponer públicamente si el escrutado es fiel y obediente a la doctrina recibida de los catequistas: si no da el diezmo, debe decirlo; si falla en el trípode, debe decirlo; si tiene una herida abierta con algún otro hermano, debe decirlo…
Salen temas de lo más peregrinos en estas reuniones. Por ejemplo, la señora viuda que tiene que ayudar a los hijos a costa de pasar necesidad ella misma, razón por la que deja de dar el diezmo. Lo que es visto indefectiblemente como un engaño del demonio, que quiere apartar a esta señora de la comunidad.
Esta buena mujer contó que cada vez con más frecuencia duda de la providencia de Dios, porque ella lleva años experimentando que la olla vacía, vacía sigue y no se llena mágicamente.
Pues algo tan evidente, tan en consonancia con los mensajes del Papa Francisco, como que no le puedes predicar el amor incondicional de Dios a quien va desnudo y tiene hambre, si primero no le procuras vestido y alimento, es absurdo para la k-doctrina, razón por la que el garante largó un discurso infumable sobre aceptar la voluntad de Dios, humillar la cerviz, crucificar la razón y demás sitios comunes y que lo único importante era que esta viuda no dejase de asistir a la comunidad y mejor si se ponía por entero al servicio de la comunidad, que a buen seguro es lo que Dios espera de ella.
Otra señora, ya anciana, contó los problemas de convivencia con la hija con la que vive, ya que esta hija la trata como a una niña pequeña, a quien ni se puede dejar sola, ni su opinión es tenida en cuenta. Esta hija y su marido acabaron el cnc hace bastantes años, razón por la que se presupone que su forma de actuar es impecablemente cristiana. Así, la receta del garante volvió a ser la de “tienes razón, pero aunque tengas razón, crucifícala, humíllate, hazte pequeña y humilde, porque tu hija actúa de buena fe”, en suma, vino a decirle que “a tu edad las opciones son la residencia o el mangoneo; da gracias a Dios que a ti te ha tocado lo segundo”.
Pero es que además hizo responsable a esta anciana del inmenso sufrimiento que causa a su hija con su rebeldía; y que siga empeñada en que ella tiene razón, cuando sabe que su razón hace daño a su hija, demuestra lo atrapada por el demonio que está, según el garante, por más que rece y dé el diezmo y participe de los sacramentos.
Luego habló un hermano para contar un fallo cometido en el trabajo. Al parecer, el fallo se produjo por una intervención errónea consecutiva de dos personas, peeeero… aprovechó para contarnos que la primera persona, la verdadera responsable del desaguisado, es la amante del jefe, así que se ocultó su intervención y se le cargó a él con toda la responsabilidad de error y con toda la sanción económica correspondiente. Huelga decir que ni el jefe ni su amante son neocones, así que pudimos despellejarles a gusto, reafirmándonos en el convencimiento de que todos los de fuera son falsos, mezquinos, mentirosos, deshonestos, inmorales y peseteros.
Sí, curiosamente, en este caso no había que crucificar la razón, ni que humillarse pidiendo perdón a la malvada amante del malvado jefe, ni que reconocer el error, sino que aquí se consideró oportuno hablar mal (maldecir) de todos los de fuera.
El siguiente abundó en el mismo tema, pero aún mejor. De nuevo se comentó un pique en el ámbito laboral, en este caso, entre compañeros, debido a que uno de ellos (el malo de la historia) en varias ocasiones hizo pasar el trabajo del otro (el neocon) como si fuera propio. En esta situación, lejos de renunciar a la razón, lejos de perdonar el abuso, lejos de disculpar al tramposo, lo que hizo el hermano neocatecumenal fue aprovechar una ausencia de su deshonesto compañero para destruirle el resultado del trabajo de no sé cuanto tiempo, para que se llevase una buena regañina del jefe por no hacer nada.
Así es como los necatecumenales muestran a los de fuera el amor que les desborda. Y de nuevo se asumió con toda normalidad el despellejamiento del compañero tramposo, que no merecía defensa ni compasión alguna. Porque eso de que el otro es Cristo lo dicen, pero no lo hacen ni lo viven.
En esta celebración, decidí señalar que mi historia es compleja y delicada y que no iba a mencionar ningún hecho concreto porque no quería que los mismos llegasen a oídos de nuestros catequistas, de cuya falta de bondad, discernimiento y carisma todos los presentes teníamos sobrada experiencia. Y para apoyar mis argumentos recordé algunos de los hechos concretos vividos por la comunidad que expresan toda esa carencia de bondad, discernimiento y carisma catequético antes mencionado.
Y se armó Troya.
En garantes puedes poner en duda el amor de Dios porque la vida no va como tú quisieras; puedes destrozar la imagen de una persona, bajo el falaz argumento de que si es tan deshonesta como para ser la amante del jefe, también hemos de asumir que es inepta, gandula, torpe, tramposa, que trabaja lo menos posible y miente para culpar a otros de sus continuos fallos; puedes destruir el trabajo de un compañero de curro para que tome nota de que contigo no se juega; puedes vivir en feroz y continuo enfrentamiento con tu esposo/a; puedes perder los papeles todas las tardes porque no soportas a tu prole; pero que no se te ocurra dar hechos concreto de que tus catequistas son, lisa y llanamente, pecadores. Y eso que concientemente evité hacer juicios sobre las intenciones de los catequistas, me limité a recordar algunas de sus gloriosas hazañas.
En suma, ¿qué es lo que se espera que garanticen los garantes? El grado de amaestramiento de los catecúmenos. Así de simple.
P.D. Cinco días después de la reunión de garantes, la pobre anciana a la que se sometió al tercer o cuarto grado para que reconociese su maldad por no dejarse mangonear por la hija, sufrió un ictus. ¿Casualidad? Alguien dijo que para los cristianos nada sucede por casualidad.
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