Para que no se diga que sólo resaltamos los aspectos negativos del CNC -que lamentablemente los tiene y en abundancia- esta entrada rescata del olvido ciertos hechos prodigiosos acaecidos en la vida del pintor-compositor-decorador-escritor Kiko Argüello que, pese a su evidente carácter supranormal, nunca se comentan.
He llegado a la conclusión de que el pacto de silencio que parece pesar sobre estos hechos está provocado por los engaños del Maligno, que no quiere que se reconozca la santidad en vida de Kiko para que los paganos no le escuchen y, no escuchándole, no se salven.
Así que me he propuesto no prestar oídos al Maligno y dar a conocer al mundo los milagrosos actos del iniciador del CNC.
Vamos allá… Pero mejor nos lo cuenta el propio interesado:
“Yo bendigo al Señor que he estado durante diez años de profesor en un colegio y he tenido mucho contacto con los chicos” (Reunión con los didáscalos de niños de las comunidades neocatecumenales, 3 de febrero de 1985).
Secuela de la magna obra "La espera", que tuvo imitadores |
El hecho milagroso es que en 1959, mega-K es todavía un joven participante de certámenes juveniles, para nada internacionales, por más que él diga otra cosa; pues debería ser evidente para todos los hombres de buena voluntad que no lo dice por afán de notoriedad (impensable en alguien de su acrisolada humildad), ni por faltar a la verdad (lo que es incompatible con su auto-proclamado carisma de profeta), sino por simple mala memoria.
Y en 1964, decide abandonar la vida mundana y se va a las chabolas.
Y, sin embargo, entre medias le da tiempo a sacarse un título en la academia San Fernando, a hacer la milicia en Melilla, a disfrutar de una beca de la Fundación March que le llevó por varias ciudades europeas durante el trascurso de varios meses y a estar de profesor de dibujo en un colegio ¡”durante 10 años”! Y no en un colegio cualquiera.
Fijémonos ahora en lo que cuenta el mismo profesor de dibujo sobre cómo desempeñaba su labor docente:
“Yo por ejemplo, cuando era maestro en un colegio, llevaba a los chicos al Zoológico, hacía con ellos concursos de pintura al aire libre. Otra vez les hice hacer un álbum con hojas distintas; nos fuimos a la casa de campo e hicieron unos álbumes preciosos con hojas, clasificándolas. Después les daba premios. Hacíamos todo por equipos, con sus responsables de equipo; les he hecho trabajar siempre como burros, y contentísimos. Y en los concursos daban ellos el dinero, de sus propinas; comprábamos algún regalo con todo el dinero que sacábamos, yo ponía también un poco de mi dinero, y con esos hacíamos un premio, con un jurado y todo. Y era estupendo. Porque lo último que se hace con los niños es aburrirlos, siempre les sorprendía. A lo mejor un día venían a clase y se encontraban con que les ponía un disco de Beetles, o de Beethoven, una sonata, y les decía: escribe lo que la música te va sugiriendo. Pero lo más importante es que nunca sabían lo que yo les iba ha (sic) hacer en la clase. Otro día hablábamos de Dios, les ponía una maceta en medio y les preguntaba, a ver, ¿que he querido decir con este gesto? Al que me lo diga le pongo un 10. Y siempre había un listo, que Dios ha creado esa flor¡ decía un chaval. Que la belleza vale más que no sé qué... ahí estaban todos interesadísimos. Inquietos, llenos de sorpresa; la sorpresa es arte” (Reunión con los didáscalos de niños de las comunidades neocatecumenales, 3 de febrero de 1985).
Leyendo las palabras del propio interesado, espero que nadie dude que su labor docente era, en realidad, una tapadera que se buscó el mismísimo Espíritu Santo para llegar hasta los tiernos infantes que pasaron por la clase del profesor de dibujo durante esos prodigios diez años.
Un milagro patente que una asignatura considerada tradicionalmente una “maría”, se convirtiese en materia troncal que forzaba a los alumnos a trabajar “como burros”, dando lo mejor de sí mismos, dando incluso el dinerillo “de sus propinas” para no defraudar al profesor, que digo al profesor, al ángel enviado por el mismo Dios, que se valía de este profesor para demostrar a estos alumnos su predilección por ellos, lo que explica que todos sin excepción (¿cómo era eso de que toda generalización es una mentira? Porque es el profesor de dibujo el que generaliza, que conste) estuviesen “contentísimos”. Pues claro.
¿O no fue realmente así?
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