Los escrutinios son unos interrogatorios que el pre-neocatecumeno tiene que someterse frente a toda su comunidad para poder escalar el siguente nivel de la estructura Neocatecumenal, la encuesta es la siguiente;
1ª tentación, la tentación del Pan.
- Antes del camino ¿en qué cosas concretamente buscabas o ponías tu seguridad?
- En estos años ¿Has experimentado un cambio de dirección? Di hechos concretos.
- Aún hoy, ¿en qué cosas concretas buscas tu seguridad?
2ª Tentación, tentación de la Historia.
- Antes de la catequesis ¿qué hechos de tu vida no aceptabas?
- Durante el camino ¿has experimentado un cambio de dirección? Di hechos concretos
- Hoy concretamente ¿ qué es lo que no aceptas de tu vida o te cuesta trabajo entender?
El siguente es un extracto de los mamotretos secretos ,que tenemos gracias a una participante del foro de Granada en la red , con los escrutes realizados por el mismo Kiko Arguello a un Neocatecumeno.
K es Kiko Arguello y Z es el interrogado
Kiko Arguello :
Primera tentación. Antes del camino. ¿Dónde buscabas tu seguridad?
Z. Yo creo que en todo, porque yo he tenido una vida muy intensa. Es lo que yo pienso, no sé.
K. No te preocupes de la comunidad. Tú contestas ante nosotros, no te preocupes de lo que piense la comunidad. Preocúpate de mí.
Z. Pero nada me había proporcionado la felicidad, no había conseguido nunca nada. Después de grandes decepciones, me había llevado a ser un ser misántropo. Yo creo que lo sigo siendo. Y a no poner mí seguridad en nada. He pasado la vida buscando la felicidad, en el amor, en el trabajo, en el prestigio, en el dinero. No la he ncontrado en nada. Yo me he preguntado muchas veces sí existía Dios. En el fondo, este sentimiento, la creencia en un Dios misericordioso mantenía mí existencia sin llegar a la total desesperación, porque es posible que haya estado alguna vez al borde del suicidio.
K. ¿Durante el camino, has cambiado de dirección?
Z. Yo creo que sí he experimentado un cambio. Después de las catequesis y el camino, creo que ha renacido en mí la esperanza. Acepto mucho mejor los problemas familiares. Y, dentro de éstos, está naturalmente la cuestión económica, el dinero. En mí casa hay una lucha entre dos generaciones antagónicas que ha sido un gran tormento para mí, y lo sigue siendo. Por una parte, (ayer sé reían mucho cuando kiko hablaba de las suegras, y esto es verdad) el matriarcado de mí suegra, y por otra parte, la libertad de mis hijos. La esclavitud de mí mujer, totalmente pérdida, sin libertad ante su madre, que ha mejorado mucho últimamente. Y los problemas profesionales, que están a merced de los otros que me rodean.
K. Un momento. Tú has dicho que antes del camino buscabas tu seguridad en el amor, trabajo, prestigio y dinero, sin conseguirlo. Tenías una desesperanza muy grande. El camino te ha hecho renacer está esperanza a pesar de los conflictos familiares, de los cuales nos has dado una pincelada. Muy bien.
Z. Los he estado mascando.
K. Muy bien. Los has estado mascando y te hace no perderte en este mar de lucha interna, muy bien. Adelante. Todavía hoy, ¿en qué cosas buscas tu seguridad?
Z. Yo creo que hoy todavía el Señor cuenta poco en mí porque antes pretendo arreglar las cosas por mi cuenta, es decir, no me fío. Quiero seguir respaldado por una vida cómoda, un trabajo bien remunerado y fácil.
K. O sea que, en la primera tentación, estás prácticamente metido de lleno en ella. Todavía sigues buscando la comodidad. El pan significa comodidad. Sigues buscando el trabajo, prestigio, dinero suficiente y quieres mucha paz en tu casa. Primera tentación. Muy bien, cómo todos. ¡Eh, adelante!
Antes del camino, ¿qué cosas concretamente de tu vida no aceptabas?
Z. Pues nada, o muy poco. Porque he de reconocer que los que me angustiaban eran los inmediatos. El amor en la familia entre los hombres. La posible pobreza por el trabajo, el desprestigio, la falta de pan, etc. También he pensado que sí estos sé hubieran subsanado, un momento después hubieran surgido otros. Esto es lo que a mí me parece.
K. En el camino, ¿has visto un cambio de dirección?
Z. Creo que sí, pero muchas veces dudo si esto es solamente resignación. Cómo yo me encuentro impotente, para solucionar los problemas de mí vida, pues no puedo puedo hacer nada. Ahora, el reconocerme impotente, eso sí ha sido un cambio porque, a medida que he aceptado los problemas familiares, estos han ido mejorando. Yo no sé sí porque el Señor me los hace vivir de otra manera, o que mi mujer o los demás han cambiado.
K. Aun hoy, ¿qué es lo que no aceptas, sinceramente?
Z. Creo que las mismas cosas que antes. Lo que pasa es que no me queda otro remedio que aceptar lo que soy y lo que me pasa con los demás. Muchas veces me siento muy sólo y esto me angustia. Porque, a pesar de mi aparente o real misantropía, yo quiero amar y ser amado por los demás. Y esto es un problema de denotar mi falta de confianza en Dios. Soy alérgico totalmente a las incongruencias, no lo puedo comprender. Pero muchas veces me pregunto también si el incongruente no seré yo.
K. Explica eso de la incongruencia, que yo no me aclaro. ¿Qué quieres decir con eso de la incongruencia?
Z. Por ejemplo, que os pongáis todos a decir que es de noche, yo veo que es de día y me impongáis que es de noche. Para mí, eso es incongruente.
K. Muy bien, pero ¿eso referido a qué cosas? ¿a que en la comunidad te hacen ver las cosas y tú las ves negras y diferentes?
Z. Si yo veo a un hermano que es avaro, me pregunto si el avaro no seré yo. Y, si le juzgo de soberbio, pienso que a ver si yo soy igual. Así me pasa con todo.
K. Pero eso no es de ser incongruente.
Z. Bueno, la incongruencia es que me impongan las cosas, la ley los demás. Pero yo me pregunto si yo se las estoy imponiendo también a los demás.
K. Hoy, concretamente, ¿qué problema tienes tú? ¿qué es lo que no sabes aceptar, o no comprendes en tu vida?
Z. Que no me aclaro.
K. ¿En qué sentido no te aclaras?
Z. En que no sé si podré continuar en el camino o no. Lo que no aceptaría nunca es que me pudiera yo engañar, aunque no lo creo, pero a Dios estoy seguro de que no; y a vosotros, no lo creo tampoco.
K. Pero, ¿por qué piensas tú que no vas a poder continuar en la comunidad? ¿qué problemas tienes con la comunidad, alguno es grave?
Z. Problema grave en la comunidad, pues es el de todos. Que unos no me aceptan, yo no les acepto a ellos. Y esta es la pelota y el círculo vicioso que yo creo que es el cotidiano en la vida. Unos días me enfado, otros lo aguanto mejor. Hay mucha gente, yo creo que la inmensa mayoría, que no me aceptan. Esto es una impresión mía, que a lo mejor no es verdad.
K. ¿Por qué piensas que no te aguantan?
Z. Por algunas manifestaciones que yo veo. Por ejemplo, concretamente en el viaje hacia aquí, me ha parecido a mí que ya se habían elegido coches y que en el mío no quería venir nadie, como si yo pudiera tener la peste o algo así.
K. Vamos a ver. De la segunda pregunta no te he entendido bien. ¿Qué es lo que hoy te cuesta trabajo aceptar? Tienes ahí un tinglao. Dices "no me aclaro". ¿En qué no te aclaras?
Z. En que no me aceptan los demás.
K. ¡Ah! O sea que a ti te gustaría que te quisieran. Ves que no te quieren y no sabes qué hacer para que te quieran.
Z. No, no.
K. Porque tú has intentado ser sincero, ¿no?
Z. Sí.
K. Y entonces, ves que la gente te rechaza por ser sincero.
Z. Sí.
K. ¿Cómo no vas a ser incongruente? Eso significa que te hace falta tener iluminada una cosa importantísima, el afecto, que te quieran, que te respeten, que te acepten.
Z. A mí me ha parecido ver a lo largo de este camino, que Dios nos amaba a todos igual.
K. Vamos a ver, la tercera tentación.
Z. Enumero aquí: dinero, poder, prestigio, fama, afectividad, en definitiva, amor. Primero el dinero, quizá porque con él puede demorarse lo demás, después el poder, por las mismas razones, porque se puede alcanzar el dinero y te asegura todo.
K. ¿Tú hoy te sientes esclavo de alguno de estos ídolos?
Z. Me falta la segunda.
K. Bueno, la segunda, dí.
Z. Yo antes me había dado por vencido, no podía hacer nada. Es decir, no podía ser amado, no podía tener estas cosas que eran las que me iban a dar la felicidad. Pero, ¿puedo decir que no he dejado de ser esclavo? Pues no lo sé. Sólo sé que a partir del camino, a pesar de tantas crisis y de tantas veces como el Señor me ha mandado al desierto, estoy convencido de que sólo la verdad puede estar en Cristo. No me fío de los hombres. Son todavía muchas las cosas que me esclavizan y que me atan a este mundo, pero creo tener la sensación de que cada vez me angustian, mis problemas son enormes.
Z. Yo creo que en todo, porque yo he tenido una vida muy intensa. Es lo que yo pienso, no sé.
K. No te preocupes de la comunidad. Tú contestas ante nosotros, no te preocupes de lo que piense la comunidad. Preocúpate de mí.
Z. Pero nada me había proporcionado la felicidad, no había conseguido nunca nada. Después de grandes decepciones, me había llevado a ser un ser misántropo. Yo creo que lo sigo siendo. Y a no poner mí seguridad en nada. He pasado la vida buscando la felicidad, en el amor, en el trabajo, en el prestigio, en el dinero. No la he ncontrado en nada. Yo me he preguntado muchas veces sí existía Dios. En el fondo, este sentimiento, la creencia en un Dios misericordioso mantenía mí existencia sin llegar a la total desesperación, porque es posible que haya estado alguna vez al borde del suicidio.
K. ¿Durante el camino, has cambiado de dirección?
Z. Yo creo que sí he experimentado un cambio. Después de las catequesis y el camino, creo que ha renacido en mí la esperanza. Acepto mucho mejor los problemas familiares. Y, dentro de éstos, está naturalmente la cuestión económica, el dinero. En mí casa hay una lucha entre dos generaciones antagónicas que ha sido un gran tormento para mí, y lo sigue siendo. Por una parte, (ayer sé reían mucho cuando kiko hablaba de las suegras, y esto es verdad) el matriarcado de mí suegra, y por otra parte, la libertad de mis hijos. La esclavitud de mí mujer, totalmente pérdida, sin libertad ante su madre, que ha mejorado mucho últimamente. Y los problemas profesionales, que están a merced de los otros que me rodean.
K. Un momento. Tú has dicho que antes del camino buscabas tu seguridad en el amor, trabajo, prestigio y dinero, sin conseguirlo. Tenías una desesperanza muy grande. El camino te ha hecho renacer está esperanza a pesar de los conflictos familiares, de los cuales nos has dado una pincelada. Muy bien.
Z. Los he estado mascando.
K. Muy bien. Los has estado mascando y te hace no perderte en este mar de lucha interna, muy bien. Adelante. Todavía hoy, ¿en qué cosas buscas tu seguridad?
Z. Yo creo que hoy todavía el Señor cuenta poco en mí porque antes pretendo arreglar las cosas por mi cuenta, es decir, no me fío. Quiero seguir respaldado por una vida cómoda, un trabajo bien remunerado y fácil.
K. O sea que, en la primera tentación, estás prácticamente metido de lleno en ella. Todavía sigues buscando la comodidad. El pan significa comodidad. Sigues buscando el trabajo, prestigio, dinero suficiente y quieres mucha paz en tu casa. Primera tentación. Muy bien, cómo todos. ¡Eh, adelante!
Antes del camino, ¿qué cosas concretamente de tu vida no aceptabas?
Z. Pues nada, o muy poco. Porque he de reconocer que los que me angustiaban eran los inmediatos. El amor en la familia entre los hombres. La posible pobreza por el trabajo, el desprestigio, la falta de pan, etc. También he pensado que sí estos sé hubieran subsanado, un momento después hubieran surgido otros. Esto es lo que a mí me parece.
K. En el camino, ¿has visto un cambio de dirección?
Z. Creo que sí, pero muchas veces dudo si esto es solamente resignación. Cómo yo me encuentro impotente, para solucionar los problemas de mí vida, pues no puedo puedo hacer nada. Ahora, el reconocerme impotente, eso sí ha sido un cambio porque, a medida que he aceptado los problemas familiares, estos han ido mejorando. Yo no sé sí porque el Señor me los hace vivir de otra manera, o que mi mujer o los demás han cambiado.
K. Aun hoy, ¿qué es lo que no aceptas, sinceramente?
Z. Creo que las mismas cosas que antes. Lo que pasa es que no me queda otro remedio que aceptar lo que soy y lo que me pasa con los demás. Muchas veces me siento muy sólo y esto me angustia. Porque, a pesar de mi aparente o real misantropía, yo quiero amar y ser amado por los demás. Y esto es un problema de denotar mi falta de confianza en Dios. Soy alérgico totalmente a las incongruencias, no lo puedo comprender. Pero muchas veces me pregunto también si el incongruente no seré yo.
K. Explica eso de la incongruencia, que yo no me aclaro. ¿Qué quieres decir con eso de la incongruencia?
Z. Por ejemplo, que os pongáis todos a decir que es de noche, yo veo que es de día y me impongáis que es de noche. Para mí, eso es incongruente.
K. Muy bien, pero ¿eso referido a qué cosas? ¿a que en la comunidad te hacen ver las cosas y tú las ves negras y diferentes?
Z. Si yo veo a un hermano que es avaro, me pregunto si el avaro no seré yo. Y, si le juzgo de soberbio, pienso que a ver si yo soy igual. Así me pasa con todo.
K. Pero eso no es de ser incongruente.
Z. Bueno, la incongruencia es que me impongan las cosas, la ley los demás. Pero yo me pregunto si yo se las estoy imponiendo también a los demás.
K. Hoy, concretamente, ¿qué problema tienes tú? ¿qué es lo que no sabes aceptar, o no comprendes en tu vida?
Z. Que no me aclaro.
K. ¿En qué sentido no te aclaras?
Z. En que no sé si podré continuar en el camino o no. Lo que no aceptaría nunca es que me pudiera yo engañar, aunque no lo creo, pero a Dios estoy seguro de que no; y a vosotros, no lo creo tampoco.
K. Pero, ¿por qué piensas tú que no vas a poder continuar en la comunidad? ¿qué problemas tienes con la comunidad, alguno es grave?
Z. Problema grave en la comunidad, pues es el de todos. Que unos no me aceptan, yo no les acepto a ellos. Y esta es la pelota y el círculo vicioso que yo creo que es el cotidiano en la vida. Unos días me enfado, otros lo aguanto mejor. Hay mucha gente, yo creo que la inmensa mayoría, que no me aceptan. Esto es una impresión mía, que a lo mejor no es verdad.
K. ¿Por qué piensas que no te aguantan?
Z. Por algunas manifestaciones que yo veo. Por ejemplo, concretamente en el viaje hacia aquí, me ha parecido a mí que ya se habían elegido coches y que en el mío no quería venir nadie, como si yo pudiera tener la peste o algo así.
K. Vamos a ver. De la segunda pregunta no te he entendido bien. ¿Qué es lo que hoy te cuesta trabajo aceptar? Tienes ahí un tinglao. Dices "no me aclaro". ¿En qué no te aclaras?
Z. En que no me aceptan los demás.
K. ¡Ah! O sea que a ti te gustaría que te quisieran. Ves que no te quieren y no sabes qué hacer para que te quieran.
Z. No, no.
K. Porque tú has intentado ser sincero, ¿no?
Z. Sí.
K. Y entonces, ves que la gente te rechaza por ser sincero.
Z. Sí.
K. ¿Cómo no vas a ser incongruente? Eso significa que te hace falta tener iluminada una cosa importantísima, el afecto, que te quieran, que te respeten, que te acepten.
Z. A mí me ha parecido ver a lo largo de este camino, que Dios nos amaba a todos igual.
K. Vamos a ver, la tercera tentación.
Z. Enumero aquí: dinero, poder, prestigio, fama, afectividad, en definitiva, amor. Primero el dinero, quizá porque con él puede demorarse lo demás, después el poder, por las mismas razones, porque se puede alcanzar el dinero y te asegura todo.
K. ¿Tú hoy te sientes esclavo de alguno de estos ídolos?
Z. Me falta la segunda.
K. Bueno, la segunda, dí.
Z. Yo antes me había dado por vencido, no podía hacer nada. Es decir, no podía ser amado, no podía tener estas cosas que eran las que me iban a dar la felicidad. Pero, ¿puedo decir que no he dejado de ser esclavo? Pues no lo sé. Sólo sé que a partir del camino, a pesar de tantas crisis y de tantas veces como el Señor me ha mandado al desierto, estoy convencido de que sólo la verdad puede estar en Cristo. No me fío de los hombres. Son todavía muchas las cosas que me esclavizan y que me atan a este mundo, pero creo tener la sensación de que cada vez me angustian, mis problemas son enormes.
0 comments:
Post a Comment