
En todas esas ocasiones (e incluso en más), nos hemos esforzado por transmitir que “nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en las alturas” (Ef 6,12). Dicho en román paladino, cual suele cada quien ‘fablar’ con su vecino: Nosotros no vamos de fiscales, ni deseamos destruir a nadie, sólo somos mensajeros, contamos lo que hemos visto, lo que conocemos, lo que nos ha pasado. Pensamos que el CNC podría ser algo realmente bueno… podría serlo, nació para ello, pero hoy no lo es, tendría que limpiar la mucha mugre que lo mancha para recuperar su camino.
Nosotros advertimos que esa mugre está matando a la criatura y lo contamos porque quisiéramos que la criatura se salvase. No somos enemigos de nadie, somos hermanos en la fe.
El problema está en la actitud de quienes “han recibido” (jerga neocatecumenal con la que se expresa la transmisión -oral, por supuesto- de una verdad de fe incuestionable que debe ser aceptada sin reservas so pena de incurrir en excomunión) que el CNC es inspiración personal y directa de nuestra Madre María, razón por la que ha de ser metafísicamente imposible, parecen pensar, que se den errores en el Camino, lo que les lleva a considerar blasfemos a todo aquel que vea podredumbre y suciedad en el CNC.
Invito a nuestros hermanos catecumenales a que abran la mente: el CNC es una obra humana, toda obra humana puede corromperse, quien detecta y denuncia la corrupción, no es enemigo. Y negarse a ver los problemas, no los resuelve.
Para aproximarme a vuestro lenguaje, lo voy a contar con un midrash:
Tomó, pues, Yahveh Dios al hombre y le dejó en al jardín de Edén, para que lo labrase y cuidase. Y Dios impuso al hombre este mandamiento: «De cualquier árbol del jardín puedes comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él, morirás sin remedio.» (Gn 2, 15-17)
El midrash cuenta que en su afán por hacer entender a Eva la gravedad del tema, Adán distorsiona la orden de Dios. Porque se trata de una orden, no de una recomendación, ya que quien está por encima de otro, tiene la responsabilidad de marcar el camino y guiar a ese otro. Y Adán, porque estaba distraído y no se enteró bien o porque, a su vez, quería ejecer sobre Eva una autoridad que nadie le había conferido, le dice: “Ese árbol, ni tocarlo, o morirás sin remedio”. De esta forma se explica que cuando la serpiente aborda a Eva, la respuesta de ésta es la siguiente:
Respondió la mujer a la serpiente: «Podemos comer del fruto de los árboles del jardín. Mas del fruto del árbol que está en medio del jardín, ha dicho Dios: No comáis de él, ni lo toquéis, so pena de muerte.» (Gn 3, 2-3)
En ese momento, la serpiente empujó a Eva contra el árbol. “¿Viste? No te ha pasado nada. Lo has tocado y no te has muerto, ni se te han caído los dientes, ni te has hecho daño. Dios te ha engañado porque no quiere que seas como él, quiere dominarte. Te aseguro que si comes de este árbol, nadie te podrá dominar, serás como Dios”.
Eva ya había experimentado ciertos afanes dominadores por parte de Adán; y la serpiente le había ‘demostrado’ que Dios les había engañado a ambos. Así que tomó del fruto y comió. Pero no se lo guardó para ella sola, sino que pensando que hacía un bien, también dio del fruto a Adán, que también comió.
Dado el preclaro discernimiento presente en los catecúmenos que nos visitan, estoy convencida de que entendéis el cuentecillo sin necesidad de que añada explicación alguna, pero por deferencia hacia quienes no tienen una altura de fe adulta diré lo siguiente:
Haríais bien en distinguir entre lo que Dios ordena y todas esas otras pautas, reglas, admoniciones, recomendaciones con consecuencias si no son escrupulosamente atendidas, follones y pamplinas que son cosecha de los catequistas o del mimo Kiko. Porque confundir lo trascendente, que es lo que dice Dios, con esos añadidos, por bien intencionados que sean los añadidos, puede ser utilizado por la astuta serpiente en su provecho.
Si no me creéis a mí, que me sacudo de encima todas las muestras de cariño y misericordia neocatecumenal que recibo con dosis de humor ácido, creed a Heriberto, en quien es fácil advertir que ama al CNC, creed a Meripe, a Sepul, a Jade, a Miles Dei, a Lapaz, a Alejada, a Antonia, a Mandarina, a Miguel... a todos los que no nombro pero que sistemáticamente y sin desmayo os hablan de la Iglesia y os intentan hacer ver la diferencia entre lo que es ley de Dios y 'ley' de un tipo que se hace llamar Kiko y que luce galones de cartón-piedra.
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