Thursday, August 22, 2013

LA MISA EN LAS COMUNIDADES NEOCATECUMENALES - Parte 3

Esta es la tercera y última parte del estudio de las Misa neocatecumenles
 si desea leer la primera parte
 diríjase al siguiente enlace:

http://cruxsancta.blogspot.com/2013/08/la-misa-en-las-comunidades.html
Para leer la segunda parte:http://cruxsancta.blogspot.com/2013/08/la-misa-en-las-comunidades_21.html
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B. DE FORMA ESPORÁDICA O POCO HABITUAL

  1.  
    El celebrante no realiza personalmente la fracción del pan. Hasta hace poco, los fieles laicos colaboraban con el presidente si no había ministros ordinarios y si la fracción se iba a prolongar demasiado. Esta práctica dejó de tener lugar hace algunos años; sin embargo, eventualmente, en las grandes concelebraciones, si preside, por ejemplo, un obispo, éste, después de partir la Hostia por la mitad y hecha la conmixtión, va a sentarse a la sede mientras otros ministros prosiguen la fracción hasta dividir los panes en fragmentos adecuados para la comunión individual. Téngase en cuenta que en las celebraciones eucarísticas del camino neocatecumenal se utilizan unos panes ácimos de elaboración casera, de unos veinte centímetros de diámetro y algo menos de un centímetro de espesor.
  2. Un laico acerca el cáliz al presidente para que este comulgue. Aunque esto sucede sólo algunas veces, parece tener su origen en que el presidente comulga en la sede, en vez de en el altar. Además, la práctica viene potenciada porque hasta muy recientemente los fieles recibía sentados tambien la comunión del cáliz, y ello conllevaba el peligro de que la Sangre de Cristo se derramase si el celebrante se sentaba teniendo el cáliz en la mano.
  3. El diácono que proclama el Evangelio usa paño humeral en la procesión de entrada y al proclamarlo, como signo de veneración a la presencia de Cristo en las Escrituras. Esto sólo se hace en algunas celebraciones más solemnes.
  4.  El presidente, una vez que llega a la sede, se sienta en ella durante el canto de entrada. Esto sólo lo hacen algunos, generalmente suele tratarse de sacerdotes de larga trayectoria en las comunidades.
  5.  Se usa la Biblia de Jerusalén en vez de los leccionarios aprobados. A veces, incluso disponiendo de un Evangeliario digno, se prefiere la edición de la Biblia de la escuela de Jerusalén.
  6. Se da a besar el Evangelio al presidente, aunque no sea obispo, practicamente siempre que lo proclama otro ministro distinto del presidente de la celebración. Esta práctica se debe a que en las comunidades neocatecumenales se promueve una equiparación de la liturgia presbiteral de la Misa a la episcopal.
  7.   El lavatorio de manos y la consecutiva incensación del presidente se hacen en la sede. Esta práctica, que no se realiza siempre, seguramente tenga su origen en el deseo de no dar relevancia a la presentación de las ofrendas. Según se explica en las catequesis iniciales sobre la Misa, el “canon menor” de la Misa de san Pío V era una exageración, porque parecía que se le ofrecía a Dios el pan, cuando en realidad la única ofrenda agradable a Dios Padre es el Cuerpo y la Sangre de su Hijo, que se ofrece en la doxología. Como reacción a esta supuesta exageración, en coincidencia con la reforma litúrgica posconciliar, los sacerdotes vinculados al Camino neocatecumenal, cuando celebraban con las comunidades, dejaron durante bastantes años de realizar la oración sobre las ofrendas.
  8. El presidente hace la oración sobre las ofrendas y el prefacio en la sede. Esta práctica es poco frecuente y sólo se puede ver en algunos sacerdotes, sobre todo mayores, de larga trayectoria en el ámbito de las comunidades neocatecumenales. De modo semejante, y con el mismo objetivo de restar importancia a la presentación de las ofrendas, hasta hace algún tiempo también era frecuente, en las concelebraciones, que el ofertorio lo realizase uno de los concelebrantes; pero esta práctica ya casi no se puede ver hoy en día.
  9. En la elevación de la doxología, el Cuerpo de Cristo se sostiene vertical, asido con las dos manos (significado ostensorio dirigido a los fieles), en vez de dejarlo horizontal sobre la patena (significado ofertorio dirigido a Dios Padre). El padre Mario Pezzi, sacerdote del equipo catequético que dirige el Camino neocatecumenal, suele hacer así la doxología, y luego es imitado por muchos sacerdotes, que le ven celebrar de este modo. Nunca he oído una explicación teológica de este gesto, pero quizás tenga su origen en la importancia que se le da a que la asamblea de los fieles vea los signos en la celebración eucarística.


      SOBRE EL SENTIDO TEOLÓGICO DE ESTAS VARIACIONES


    Evidentemente, se puede discutir acerca de si estas insumisiones a la ley litúrgica expresan la fe católica en la Eucaristía o no, pero lo fundamental es que se trata de insumisiones, ya se realicen con mayor o menor consciencia de estar quebrantando la normativa litúrgica, y que deben ser reprendidas por la autoridad competente.

      Por otro lado, creo importante subrayar que en el Camino neocatecumenal no se enseñan doctrinas contrarias al depósito de la fe, al magisterio auténtico o a la teología católica. Ciertamente, pueden encontrarse casos puntuales de catequistas poco instruidos que alguna vez transmitan alguna enseñanza no del todo clara, e incluso auténticas barbaridades teológicas. Pero se trata, insisto, de casos puntuales y no ciertamente de corrientes asentadas. Además, una vez corregidos, suelen aceptar la verdad católica con toda humildad. También es cierto que a veces se insiste mucho en un aspecto de la verdad, dejando en la penumbra otros. Pero nunca hasta el punto de negarlos.

      En este sentido, considero muy importante rebatir una idea que circula frecuentemente acerca de las comunidades neocatecumenales y que contradice mi experiencia directa y prolongada. En las comunidades neocatecumenales no se niega ni se menosprecia el aspecto sacrificial de la Misa. Ciertamente, se enseña este valor sacrificial sobre todo en una perspectiva pascual, subrayando que el sacrificio de Cristo consiste formalmente en su entrega voluntaria a la muerte y en su triunfo sobre la misma, de modo que todo el Cuerpo pase también de la muerte a la vida con él. Pero nunca se deja de recordar que en cada celebración eucarística se actualiza la entrega de Cristo por todos nosotros.

   
  Quizás sea cierto que hace décadas no se enseñaba con total claridad la presencia real de Cristo en las especies eucarísticas. Pero, si eso fue así, ya no queda rastro alguno de tal desviación.

      Me parece fundamental insistir en esta cuestión: No se da herejía en el ámbito de las comunidades neocatecumenales. Otra cosa distinta es que los cambios con respecto a la liturgia auténtica que he detallado puedan tener un efecto negativo en la educación de los fieles. Por ejemplo, el quedarse de pie durante la consagración o no comulgar inmediatamente tras recibir el Cuerpo de Cristo traen como consecuencia que los fieles no sean tan conscientes de la presencia real de Cristo en la Eucaristía. 

      En efecto, para aquellos fieles que, habiendo sido educados en una sólida piedad eucarística, comenzaron hace cuarenta años a celebrar la Misa al estilo neocatecumenal, estas prácticas eran una novedad impactante, que les aportaba una experiencia de cercanía y desenfado muy gratificante. En efecto, a aquellos fieles que temían masticar la Hostia y que sabían que solo unas manos consagradas podían tocar la Eucaristía, tener unos minutos a Dios en las manos les suponía una experiencia impresionante. Sin embargo, a las personas más jóvenes que han vivido su despertar religioso en el ámbito de las comunidades neocatecumenales, estos abusos litúrgicos les impiden acceder al auténtico sentido de la presencia real de Cristo en la Eucaristía, ya que, como todos sabemos, los mismos gestos litúrgicos son la mejor catequesis.

      Sin embargo, en mi humilde opinión, el debate acerca del sentido teológico de las prácticas neocatecumenales es estéril, ya que a cada posible objeción se puede oponer otro argumento. Con toda humildad, considero que, puesto que en el plano teórico no se enseña en las comunidades neocatecumenales ninguna doctrina desviada de la fe católica, la intervención de la autoridad eclesiástica competente debe consistir en la exhortación a obedecer las leyes litúrgicas.

      CONCLUSIÓN

      En fin, la corrección de todos estos abusos litúrgicos tiene una solución bastante sencilla. Bastará con que la Santa Sede ordene a Kiko Argüello, Carmen Hernández y Mario Pezzi que las comunidades neocatecumenales obedezcan al pie de la letra las rúbricas del Misal. Si se les exhorta directamente y con claridad y detalle, obedecerán.

      Sin embargo, aunque se solvente este problema, seguirá pendiente la misma cuestión a la que hemos hecho referencia al comenzar este trabajo, que es la problemática más honda: los catequistas seguirán siendo la verdadera autoridad para el neocatecúmeno, y no los legítimos pastores de la Iglesia. Del mismo modo, no serán el párroco o el obispo quienes enseñen a poner en práctica las normas de la Iglesia, sino la “interpretación auténtica” de los catequistas. Esta es, en mi humilde opinión, la verdadera cuestión que se debe dirimir. Y tiene difícil solución, ya que la modificación de esta estructura jerárquica producirá inevitablemente cambios en la esencia más íntima del Camino neocatecumenal.

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