Friday, April 19, 2013

Para ser cristiano no basta con "CAMINAR" sino SEGUIR a Jesucristo

Esta es una carta escrita por el sacerdote F.E.  dirigida  a los neocatecumenales, es sorprendente ver  como nada a cambiado y el comportamiento y prédicas y maniobras de los kikos siguen siendo las misas que en el 2001, años en los que el blogger desconocía la existencia del movimiento neocatecumenal , la carta no tiene pierde y este blog hace eco de ella actualizándola y haciendo suyo los reclamos aquí expresados.

He decidido ocultar el nombre del sacerdote autor de la carta para evitar represalias de algún tipo  por parte de los Kikos

15 de Abril de 2001 Pascua de Resurrección

En la Iglesia de Dios que peregrina en H. , del cura F.E al presbítero


Gracia, misericordia y paz, de parte de Dios y de Cristo Jesús, Señor nuestro (1Tm 1, 2).

Querido hermano: no quise quedarme en la reunión de arciprestazgo y responder a tus acusaciones porque estaba lleno de ira y temía herirte a ti y a otros con el tono o la forma de decir cosas de las que, durante mucho tiempo, no he querido hablar. Pero, dadas las circunstancias y habida cuenta del cariz que están tomando las cosas, pienso que ha llegado el momento de hacerlo –con caridad ciertamente, pero también con claridad– por respeto a tanta gente sencilla que sigue un proceso de fe en las Comunidades Neocatecumenales (CNC) y por amor a la Iglesia que nos bautizó y en la que el Señor nos dio la fe.

Durante bastantes años –mas de los necesarios–, hemos evitado hablar abiertamente de las CNC por miedo a que se rompiera la unidad y porque es imposible abordar ningún tema pastoral o teológico sin que algunos de vosotros os deis por aludidos u os sintáis atacados, cuando lo que se dice no se ajusta a lo que pensáis o hacéis. Algunos empezamos a estar cansados de oír siempre la misma cantinela. Cada vez que alguien muestra su desacuerdo con algunas de las prácticas que seguís o algunas de las ideas que circulan entre vosotros aparece la defensa a ultranza y se produce una reacción no racional, sino emocional, no de argumentos sino de sentimientos. Te recuerdo que este tipo de reacciones –más emocionales que racionales– se llama autorreferencia y que es uno de los síntomas de la neurosis obsesiva. Lo curioso es que no se da la misma reacción cuando la crítica es sobre la Iglesia o los pastores. Parece como si os doliera más lo que se refiere a las CNC que lo que se refiere a la misma Iglesia. En cuanto al argumento tan recurrido de que el Papa está con vosotros, me permito recordarte que el Papa está con todos –no solo con algunos– y que la comunión con el Obispo de Roma pasa, en cada Iglesia Local, por la comunión con el Obispo propio. Si hoy se puede prescindir del Obispo para salvar la comunión con Roma, mañana se podrá prescindir de Roma para salvar la comunión con Dios.

La prudencia que muchos hemos mostrado para evitar enfrentamientos, que no hacen bien ni a las personas ni a la Iglesia, la habéis interpretado como debilidad y el silencio como otorgamiento. Pero ¡hasta aquí llegó! Creo que la paz y la unidad que se basa en el silencio no es fruto del amor sino del temor (Cfr. 1Jn 4, 18) . Solo la verdad nos hace libres (Jn 8, 32)  y solo en la libertad que Cristo nos da podemos amar de veras. Si hasta ahora la prudencia ha aconsejado callar, ahora el celo aconseja hablar (Cfr. Is 62, 1) . Ha llegado el momento de que la prudencia ceda el sitio a la verdad porque no hay que tenerle miedo a la luz, sino todo lo contrario (Cfr. Jn 3, 20 – 21) . El amor a la Iglesia y al Evangelio de Cristo nos debe empujar a todos a repudiar el silencio vergonzoso no procediendo con astucia, ni falseando la palabra de Dios .

Vuestro discurso siempre es: “¡Eso ya lo hacemos nosotros!” o¡Eso va contra nosotros!”. Desde la autosuficiencia y el victimismo, habéis llegado incluso a menospreciar y descalificar públicamente en vuestras asambleas otras iniciativas pastorales, tachándolas de proyectos humanos frente a lo que vosotros hacéis que – ¡indudablemente!– siempre es obra del Espíritu. ¡Como si alguien pudiera tenerlo en exclusiva! En este punto, te recuerdo la doctrina de ¨Pablo sobre los carismas que puedes ver en Rom 12 –donde el apóstol aconseja que el amor sea sin fingimientos, estimando en mas a los otros  y que no nos tengamos por sabios (Rm 12, 16) – y 1Co 12 donde dice, entre otras cosas, que existen muchos carismas, pero un mismo Espíritu (1Co 12, 4). A mí, personalmente, me alegra que el Espíritu sea tan fecundo en su Iglesia y, por eso, me entristece ver que algunos, para justificar su carisma, menosprecian o niegan otros carismas. Me parece una presunción grande que alguien –por muy iluminado que esté– pretenda acaparar al Espíritu Santo. Pienso que no se deja atrapar por nadie y se aleja cuando alguien lo intenta.

Tu amor al CNC es tan grande que te impide ver sus defectos. Olvidas que solo Dios es bueno (Mc 10, 18) y que considerar perfecta e inmejorable cualquier realidad de este mundo es una forma de idolatría. Dios se sirve de muchas cosas para hacernos llegar su gracia, pero es signo de sabiduría y prudencia no confundir el agua con el cántaro. Sería bueno que repasaras en tus manuales de teología la doctrina sobre las mediaciones. Si no quieres ir tan lejos, te sugiero que leas Os 2, 4–25, donde Dios pleitea con su pueblo precisamente porque había olvidado quien le daba el trigo, el vino y el aceite, el oro y la plata. Da gracias a Dios por el bien que te han hecho las CNC, pero no caigas en el error de pensar que, por ello, tienen que ser buenas para todo el mundo, ni pensar que son lo único bueno que hay en la Iglesia o que sean totalmente buenas. Todas las medicinas tienen contraindicaciones y un mismo medicamento puede salvar a un enfermo y matar a otro. Y, por favor, no me digas que tu medicina es el Evangelio porque no es de eso de lo que estamos hablando, sino de una forma muy concreta y discutible de leerlo, interpretarlo y aplicarlo.

Os he oído decir muchas veces que las CNC son obra del Espíritu. No te lo discuto. Todo en la Iglesia es obra del Espíritu, hasta que deja de serlo. Pero es un grave pecado utilizar este argumento para negar la legitimidad a toda revisión y rechazar toda crítica, porque de esa forma se hace al Espíritu cómplice de la propia ceguera y dureza de corazón. Espero que no se refiera a esto Jesús cuando habla de la blasfemia contra el Espíritu Santo  porque su juicio es muy severo.

Pensáis que el método que utilizáis es perfecto y atribuis los fallos a las personas. Olvidáis que también hay un pecado estructural. Por eso la Iglesia –por su máximo representante, el Papa– en el año Jubilar pidió perdón por los pecados del pasado que, indudablemente, no eran sus pecados personales; olvidáis que es un pecado absolutizar los métodos, y que la Iglesia, que es una madre sabia, en la tercera fórmula de la renovación de las promesas bautismales, presente como una seducción satánica “el quedaros en las cosas, medios, instituciones, métodos, reglamentos, y no ir a Dios”.

Hubiera sido bueno, que en el Año jubilar, los dirigentes de las CNC hubieran oído la llamada a la conversión que el Papa hizo a toda la Iglesia para revisar lo que en ellas hay de revisable y para pedir perdón a todos aquellos a los que se ha humillado e infligido grandes sufrimientos al aplicar fielmente ese método que algunos consideráis perfecto; sufrimientos de los que un día tendrán que responder ante Dios quienes han puesto el método por encima de las personas desoyendo así las palabras del Salvador que advirtió de este riesgo cuando dijo que el sábado ha sido instituido para el hombre y no el hombre para el sábado (Mc 2, 27), lo que significa que las personas están por encima del método y no el método por encima de las personas. No se puede anular la Palabra de Dios para seguir tradiciones humanas (Cfr. Mt 15, 6).

No queréis ver que, cuando los dirigentes, en la aplicación fiel del método, cometen abusos como la intromisión en la conciencia ajena –algo que la Iglesia siempre ha condenado (“De internis, nec Ecclesia iudicat”)– o el erigirse en únicos intérpretes legítimos de la voluntad de Dios sobre la vida concreta de las personas para exigir una obediencia ciega a sus indicaciones –olvidando que para ser libres nos ha liberado Cristo (Ga 5, 1)–, entonces el pecado es del método y tiene que ser revisado.

¿No te has preguntado por qué abandonan las CNC personas que, durante muchos años, han pertenecido a ellas y ocupado cargos de gran responsabilidad? ¿No se te ha ocurrido pensar que se les ha puesto en la tesitura de tener que optar entre la fidelidad a los dirigentes y al método y la fidelidad a Cristo y a su conciencia? ¿No te has parado a pensar que muchos de los que no “caminamos” como vosotros tenemos razones para no hacerlo? ¿En ningún momento te has preguntado quién está en el camino equivocado: si nosotros o vosotros? Pero, aun en el caso de que estéis en un camino correcto ¿has olvidado que el viento sopla donde quiere y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni adónde va? Pero no: vosotros tenéis pronto el juicio y la condena para los demás si no entran en vuestro juego y os endosáis la bandera de la persecución y el martirio para justificar vuestra cerrazón.

Alentáis el complejo
 de victimas en los miembros
 de las comunidades
Habéis olvidado que una cosa es disentir y otra perseguir. Alentáis el complejo de victimas en los miembros de las comunidades y les hacéis creer que son perseguidos hasta por la misma Iglesia. Creo que no os habéis parado a pensar el daño que se hace a las personas y a la verdad cuando gente que ha estado siempre lejos de la Iglesia y que ha escuchado vuestra llamada –¡hecha en nombre de la Iglesia!– os oye decir que esa Iglesia –por sus ministros– les rechaza y les persigue.

Es cierto que el Espíritu suscita en la Iglesia en cada momento lo que mas le conviene, pero también lo es que la condición humana puede volverse contra ese mismo Espíritu y lo que fue obra suya en los comienzos puede dejar de serlo en curso del tiempo. Para evitar que esto suceda la Iglesia posee el carisma del discernimiento. Pablo, hablando a los Gálatas nos advierte del peligro que acecha a los cristianos de actuar contra el Espíritu. Los signos de su presencia en un grupo eclesial son manifiestos: Amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, modestia, dominio de sí (Ga 5, 22 – 23). Por el contrario, los signos que denotan su ausencia son la vanidad, la provocación y la envidia (Id. 5, 26).

Cuando en el interior de un grupo eclesial se cultiva la vanidad de la propia excelencia hasta el punto de menospreciar a otros (Cfr. Lc 18, 9 –14) –como estamos cansados de comprobar los que, según vosotros, no caminamos–, el Espíritu no está ahí. A veces me preguntan si yo camino y yo digo que sí: detrás de Cristo –eso al menos intento–. Porque el problema no es si se camina, sino detrás de quien se camina. La vida cristiana, hermano Antonio, no consiste en caminar sino en seguir a Cristo  (Mt 16, 24) y el seguimiento de Cristo, en la historia de la Iglesia, ha cristalizado de múltiples maneras. La herejía, surge cuando una de esas maneras –de palabra o en la práctica– pretende ser la única valida y legítima y se constituye en norma para todas las demás.

La Iglesia, que Cristo fundó hace 20 siglos, a lo largo del tiempo ha cometido errores y sabe que debe oír continuamente la voz del Maestro que la llama a convertirse, no sea que predicando a otros quede ella misma descalificada (Cfr. 1Co 9, 27). Me imagino que esa llamada también debe resonar en las CNC, fundadas por Kiko en el siglo XX. Claro que, si no hay nada que revisar en ellas, entonces es que son perfectas: ¡más que la Iglesia fundada por Cristo!

Hermano Antonio, con toda humildad te digo, parafraseando las palabras de Pedro: Convertíos, purificaos en el nombre de Cristo para que Dios os perdone y podáis recuperar el Espíritu (Cfr. Hch 2, 38). Poco y mal quieren a las CNC quienes desoyen y reprimen toda crítica interna o externa y todo intento de revisión y renovación porque no dejan oír lo que el Espíritu dice a las Iglesias en cada momento histórico (Cfr. Ap 3, 22). Cuando os negáis a revisar, os negáis a cambiar y ahogáis la voz del Espíritu.

Comenzaste tu alegato acusando a este Seminario de “proscribir” (sic) a las CNC. Esta afirmación que circula entre vosotros como una consigna porque no es la primera vez que la oigo, es injusta por falsa e hipócrita. Permíteme que te diga –con caridad y claridad– que es justamente lo contrario: es en las CNC donde se ha proscrito a este Seminario y es en las CNC donde se proscribe a todo el que no comulga con sus ideas o métodos. Es de dominio público el juicio que se hace de los sacerdotes –¡y hasta de los Obispos!– que son críticos con ellas y que algunos han sido vetados –¿por quién y con qué autoridad?– para que no se les llame a celebraciones penitenciales. Te recuerdo –para que se lo recuerdes a quienes parecen haberlo olvidado– que, si alguien cree ser de Cristo, considere una vez más dentro de sí mismo esto: si él es de Cristo, también lo somos nosotros (2Co 10, 7). Ciertamente no osamos igualarnos ni compararnos a algunos que se recomiendan a sí mismos. Midiéndose a sí mismos según su opinión y comparándose consigo mismos, obran sin sentido. Nosotros, en cambio, no nos gloriamos desmesuradamente (2Co 10,  12– 13). Por otra parte, hermano Antonio, ¿Qué tienes que no lo hayas recibido? (1Co 4, 7).

De todas formas, puestos a presumir, presumamos neciamente (Cfr. 2Co 11, 16 – 17). Tú te crees cristiano porque “caminas”; yo no lo soy menos porque llevo mucho tiempo caminando detrás de Cristo, aunque reconozco que con muchos tropezones a causa de mis pecados que, como espinas, llevo clavados en mi carne para no sentirme superior a nadie (Cfr. 2Co 12, 7). Tú tienes tu forma de entender el seguimiento de Cristo: la que has encontrado en las CNC; también yo: la que he conocido en el Evangelio de Jesucristo, camino, verdad y vida ( Jn 14, 6) , solo que no menosprecio a quienes no ven las cosas como yo, ni trato de meter a todo el mundo en mi camino, en mi verdad y en mi vida. Tú te haces llamar presbítero – anciano–; yo también lo soy, aunque me gusta que me llamen cura porque me recuerda que, como al buen samaritano (Lc 10, 25 – 37), el Señor nos ha puesto para curar las heridas de la gente y para sentirnos prójimos de los que sufren; y me inquieta bastante saber que, al final, se nos va a juzgar, no por el conocimiento de la Palabra de Dios del que tanto alardeáis, sino por la misericordia y el amor (Mt 25, 31 – 46; Mt 7, 21 – 23). Vosotros os llamáis hermanos unos a otros; yo también os llamo hermanos, a vosotros y a todos los demás, porque creo que el buen Dios, que hace salir el sol sobre justos y pecadores (Mt 5, 45), es padre de todos. Hermano Antonio : todo esto te lo digo no como méritos personales de los que quiera alardear. Los cristianos damos culto en el Espíritu de Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús sin poner nuestra confianza en la carne (Flp 3, 3), sabedores de que no es aprobado el que a sí mismo se recomienda, sino aquel a quien el Señor recomienda ( 2Co 10, 17 – 18). Pero lo saco a colación porque, si alguno aduce méritos semejantes, yo con más razón (Cfr. Flp 3, 4 ). Ya es tiempo de que abandonéis el discurso de la perfección de las CNC y dejéis de presentarlas como si fueran la única vía de salvación. Ese planteamiento conduce al fanatismo, la obcecación y la intolerancia que son la antesala del sectarismo y eso no beneficia ni a las personas, ni a los grupos, ni a la Iglesia. A no ser que penséis que efectivamente fuera de las CNC no hay salvación, en cuyo caso estaríamos ante la herejía que es el umbral del cisma.

Pero sigamos hablando de proscribir. Hablemos de la crítica interna, de aquellos que –dentro de las CNC– se atreven a disentir y mostrar su desacuerdo con relación al método, a la interpretación que se hace de los acontecimientos personales o a la conducta de algunos responsables. Tu sabes bien que en el seno de las comunidades no se permite la crítica de la institución; sólo la autocrítica personal. Y sabes cómo son tratados los que se atreven a oponerse a los dirigentes o se muestran críticos, hasta que o se someten o abandonan, algunos después de muchos años. Y sabes también la interpretación que se hace al resto de los miembros de la salida de estas personas. Te pregunto de nuevo: ¿quién proscribe a quién?

Dices que tienes en tu parroquia 150 jóvenes. Y dices bien “en” tu parroquia; pero sería bueno saber cuántos de ellos son “de” tu parroquia, es decir, de la grey que la Iglesia te ha encomendado. Si abandonas tu rebaño para cuidar el rebaño para cuidar el rebaño de otros ¿en qué está el mérito? Dijiste también que los jóvenes que se sienten llamados no quieren venir a este seminario porque aquí están proscritos. Si no han estado en el Seminario ¿como saben eso? ¿No será que quienes deben orientarlos en el discernimiento previo prefieren un Redemptoris Mater antes que un Diocesano y por eso se les dice que aquí van a ser perseguidos? Por otra parte, hermano Antonio, si toda vocación es un don de Dios a su Iglesia, deberíamos alegrarnos y apoyar cada una de las vocaciones que surjan. Sabemos como apoyáis en todos los aspectos a los jóvenes de vuestras comunidades que se preparan en los Redemptoris Mater. Pero ¿qué apoyo prestáis a los jóvenes de vuestras comunidades que optan por un Seminario diocesano? “Proscribir, perseguir” son palabras muy fuertes para un joven que se plantea la vocación. Algún día los responsables de esta manipulación tendrán que responder ante Dios de lo que están haciendo.

Por otra parte ¿a qué os referís cuando habláis de proscribir en el Seminario? Comencemos por aclarar que en cuanto comunidad educativa, el Seminario Mayor determina su fisonomía por su fin específico de acompañar todo el proceso vocacional, mediante el discernimiento de la vocación, la ayuda para corresponder a ella y la preparación para recibir el Sacramento del Orden. Así lo tienen establecido los Obispos en el Plan de Formación Sacerdotal para los Seminarios Mayores (N. 13; cfr. PDV 61a). No es este seminario, sino el seminario – es decir, los responsables puestos por el Obispo al frente del mismo y no los catequistas o los responsables de una determinada comunidad– quien tiene la responsabilidad de acompañar, discernir, ayudar y preparar a los futuros sacerdotes.

En otro lugar dicen los Obispos: Ante las diversas espiritualidades que existen en la Iglesia, el seminarista habrá de cultivar la que le es propia, pudiendo incorporar otros elementos que, efectivamente, supongan un enriquecimiento personal en su formación como futuro presbítero diocesano secular. Es responsabilidad del Seminario discernir y dar cohesión a las aportaciones que puedan provenir desde otro tipo de espiritualidades (Id. 65; PDV 68). La Iglesia siempre ha reconocido y valorado la diversidad de espiritualidades, pero advierte que el seminarista diocesano tiene la que le es propia. No se trata de superponerlas –esto crearía confusión de espíritu– sino de integrar algunos elementos de otras en el tronco fundamental y es el Seminario quien tiene la responsabilidad de discernir y dar cohesión a esas aportaciones, pero ninguna de ellas puede pretender ser el tronco.

Para completar esta información, añaden los Obispos más adelante: el Seminario constituye para el aspirante al presbiterado diocesano la comunidad educativa fundamental. A su proyecto comunitario ha de subordinarse siempre teórica y prácticamente cualquier otro que pudiera ser asumido por el seminarista. Las múltiples formas de grupos, movimientos o asociaciones aprobadas por la Iglesia deben valorarse positivamente. En la medida en que impidieran o dificultasen la plena integración del seminarista en el proyecto comunitario del Seminario o la apertura universal propia del presbiterado, aquella subordinación exigiría no participar en ellas (Id. 161; PDV 68f, g, h). Observa que cada una de las citas está abalada por la doctrina del Papa recogida en la Pastores dabo vobis. Te lo recuerdo para que sepas que esto no es manía ni de los superiores del Seminario de Huelva ni de su Obispo, sino que es doctrina de los obispos españoles y del obispo de Roma –a quien tanto amor profesáis–, es decir, es doctrina de la Iglesia que te ordenó presbítero.

Según esto ¿quien debe acompañar a los jóvenes que entran en el seminario, es decir, quien discierne sobre su vocación, sus cualidades y su preparación: los catequistas de la comunidad a la que han pertenecido o el Obispo por sus delegados? ¿Quién escruta a estos jóvenes: los catequistas o quien un día los habrá de ordenar? Si creéis que las vocaciones surgidas en la CNC deben irse a un Redemptoris Mater para luego ponerse al servicio de las CNC, decídselo claramente a esos jóvenes, pero no envenenéis su corazón con mentiras y manipulaciones. Y, por favor, dejadnos hacer la tarea que la Iglesia nos ha encomendado. ¿O debemos obedecer a los dirigentes de las CNC antes que a nuestro Obispo? ¡Ya está bien de poner zancadillas!

De nuevo te pregunto, hermano Antonio: ¿quién es el que proscribe? ¿Quién es el que persigue? ¡Abandonad de una vez el hipócrita discurso del victimismo y la persecución porque no os cuadra! Las cosas han llegado a un punto en el que otros son las víctimas y otros los perseguidos; y los dirigentes de las CNC, incluidos quienes piensan como tú, no estáis precisamente entre ellos. No es cierto que seáis perseguidos y menos por la Iglesia. Sois vosotros los que proscribís a quienes no comparten vuestras ideas.

Por otra parte, hermano Antonio, es de sobra conocido a qué responde la estratagema que utilizáis. Cualquier psicólogo medianamente conocedor de la dinámica de grupos sabe que uno de los factores de cohesión interna más eficaz es fomentar la incomprensión y los ataque del exterior, de modo que incluso grupos o miembros de grupos aparentemente irreconciliables se unen ante un enemigo común. Esta es la razón por la que se fomenta el victimismo y la manía persecutoria en el seno de los grupos de cualquier naturaleza. El problema es que, entre nosotros, no debe ser así. Quien da cohesión a un grupo eclesial es el Espíritu (Cfr. 1Co 12, 12 – 13y cuando los dirigentes de grupos eclesiales recurren a este tipo de estratagemas es que no confían en él.

Para terminar –¡por ahora!–, quiero hacerte una última reflexión. En Jn 14, 6 Jesús se presenta como “el camino” y en Hch 9, 2; 18, 25, 24, 22 se llama así a la vida cristiana. Cristo es, por tanto, el camino y seguir sus huellas es caminar. Lo que significa que todos los que le seguimos y creemos en él como Hijo de Dios y Salvador estamos en el buen camino. No sois los únicos que caminan ni vuestro carisma es el único que existe en la Iglesia. Olvidar esto es confundir la parte con el todo. Sería un buen servicio a la verdad depurar el lenguaje y hablar correctamente, a no ser que penséis que quienes no pertenecemos a las CNC estamos fuera del camino que es Cristo. Si es así, decidlo abiertamente para que sepamos a qué atenernos. Si no es así, decidlo también y purificad el vocabulario porque induce a confusión.

No sé la lectura que harás de esta carta. No es algo que me inquiete porque Dios sabe lo que me ha llevado a escribirla y es su juicio el que me importa. El de los hombres no es algo que merezca ser tenido en cuenta. De todas formas te digo que nada de lo que he escrito responde a deseos de revancha o malquerencia. Son muchas las personas que en Huelva están en las CNC y cada una de ellas me merece un gran respeto. A muchos los conozco personalmente y valoro el esfuerzo que hacen y la generosidad con la que intentan vivir su fe. Pero no son ellos el problema. Más te digo: no busques enemigos fuera porque la verdadera amenaza para las CNC está dentro. Algún día la verdad brillará por sí misma porque no hay nada encubierto que no haya de ser descubierto, ni oculto que no haya de saberse (Mt 10, 26)

Rezaré por ti para que el Espíritu te abra la mente y el corazón a Cristo, único camino, única verdad y única vida, el único que nos salva y para que suscite en ti un amor a la Iglesia por él fundada tan grande, al menos, como el que profesas a las CNC.

Querido Antonio, termino como empecé, con las palabras de Pablo a Timoteo:

Guarda el depósito. Evita las palabrerías profanas y también las objeciones de la falsa ciencia. Algunos que la profesaban se han apartado de la fe. La gracia con vosotros
.
Aprovecho para anunciarte que Cristo ha resucitado ¡Aleluya!
15 de Abril del año 2001
Fiesta de la Resurrección del Señor

PD. Me ha parecido oportuno enviarle copia al Sr. Obispo como pastor de la Iglesia en la que tú y yo servimos al pueblo de Dios.

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